Conocí Río Tinto a principios de este año de la mano de ese gran fotógrafo de naturaleza que, en mi opinión, es Diego López y, desde el primer momento, supe que volvería a visitar ese lugar mágico y, a veces, indescriptible.
He regresado a Río Tinto hace unos días y no me canso de observar ese paisaje siempre cambiante en función de la climatología y que siempre te sorprende con sus colores y texturas.
Según científicos de la NASA, el área de Río Tinto presenta una atmósfera muy similar a la de Marte y defienden, tras diversos estudios, que este río contiene centenares de microorganismos, bacterias, hongos, algas y protozoos que logran desarrollarse en un ambiente hostil desde hace 500.000 años. Una situación que podría guardar similitud con lo que fueron las condiciones de vida en el planeta rojo.
Las bacterias existentes en el río juegan un papel importante en el mantenimiento de las condiciones de acidez del río, al metabolizar el hierro y el azufre presentes en la región. El alto contenido de hierro disuelto en las aguas ácidas del río, le dan un color rojo profundo como el del vino tinto, de ahí su nombre Río Tinto.
Para mi segunda visita a Río Tinto decidí también contar con Diego López, perfecto conocedor de la zona, lo que siempre es una garantía. Además, me he reencontrado con viejos amigos y he conocido a otro gran fotógrafo de naturaleza, Cristóbal Serrano, cuyo trabajo os recomiendo que veáis, si es que no lo conocéis ya.